La fresa se cierra y la tinta
corre en su jugoso escurrir de ideas:
- ¿A quién diablos le
interesa lo que esta escrito? Sin embargo ¡Ay de mí! Debo terminar esto a
tiempo. ¿Cuánto habrá pasado ya? Sin ventanas, ni días. Y cada vez que creo
terminar, nuevamente hay más. Pero rápido, el mensaje ha de comunicarse y todos
han de saber.
Se abre la puerta y entra el
pequeñísimo hombre con giba. Desde sus dientes pútridos y hediondos, se mueve
su reseca y áspera lengua guturando palabras al Imprentero.
- Rápido, rápido, no hay tiempo que perder, el
mensaje Imprentero, el mensaje debe ser dado.
- ¿Qué día es hoy Verdugo?
- Uno glorioso, hoy todos sabrán de ti, del
esfuerzo que has hecho para dar tu mensaje Imprentero.
- No tengo nada que decir Verdugo, déjame ver
si es de día o de noche ¿Cuánto ha pasado desde tu última visita Verdugo?
¿Acaso unos días?
- Se acaba el tiempo, no te entretendré más
Imprentero, vuelve a tu labor, el mensaje Imprentero, el mensaje es lo importante.
Dicho esto, da la vuelta con reptíleos
movimiento y se marcha.
- El mensaje, siempre es el
mensaje lo que importa, el yugo me persigue, hay que imprimir...
Del montículo inacabable de papeles se graba en tinta de
oscuro color:
“Tras muchísimos años de execrable labor, el
Imprentero cesó su tarea de trascendente relevancia”
- ¿Cuánto habrá pasado ya? El mensaje, es
importante el mensaje.
Los montones de hojas, que en
pilas se agolpan, no acaban nunca. El Imprentero rezonga su suerte de
interminables años ¿Mas cuantos son muchísimos años en un infinito motón de
hojas? Entonces, se abre la puerta y un pequeño y ruin hombrecito de voz
inmunda gruñe la réplica obligada:
- Rápido, rápido, no hay tiempo que perder, el
mensaje Imprentero, el mensaje debe ser dado.
- Dime Verdugo, que día es hoy, dime... ¿Acaso
está próximo el día en que termine mi tarea?
- Uno glorioso Imprentero, todos se están
enterando de tu esfuerzo ¿Qué esperas? Rápido, rápido.
- Ya no más Verdugo, ya es tiempo lo sé, ya no
más, hoy ceso y es todo.
El aborrecible y repulsivo
hombrecillo esboza la más ominosa sonrisa y, en galantes modos, le señala la
puerta entre abierta.
- Pero claro, claro Imprentero, quinientos
años, mil, un millón, todo, todo el tiempo del infinito en una frase escrita.
Marcha, marcha Imprentero, que el mensaje va contigo.
La luz del sol lo ciega un
momento, luego el azul cielo, el verde prado y las casillas de su pueblo.
- Al fin en casa, después de
tanto el Verdugo me ha librado.
Nada parece haber cambiado,
todo cuanto él recuerda sigue siendo
como lo era la última vez. Entonces, su mujer y sus hijos:
- He terminado mi labor Mujer, el Verdugo me ha
dicho que el mensaje esta llegando a destino. Tantos años, tantos y todo igual.
- ¿Qué dices Hombre? ¿Tantos
años de qué?
- Tantos años de labor y aún
tu aquí.
- Hace un instante te has ido
y ahora vuelves con pregones y papeles.
El Hombre retoma el papel de
fragante tinta y lee:
“Todo el tiempo del infinito en una frase escrita o ningún
tiempo, dice el inmundo hombrecillo. Para ti Imprentero, que escrito bien
estas, el tiempo es todo, o el tiempo es nada.
El azul cielo, el verde prado y las casillas de tu pueblo, todo, todo
para ti Imprentero, sólo eso será tu mundo por una eternidad impresa. ¿A quién
le puede interesar lo escrito? El mensaje, el mensaje ha sido dado, pero hay
más, eso es seguro. Debo encontrar al nuevo Imprentero. Rápido, rápido... hoy
es un día glorioso”
FIN
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