No sé cuando entró por primera vez. En realidad, definir algo
como “la primera vez” se hace insustancial dadas las circunstancias. Como sea,
ahí viene. Parecerá extraño, pero hasta
he desarrollado cierto sentido premonitorio de su arribo.
- Buenas tardes – Dice un Hombre
de sombrero gris y traje, mientras entra al negocio.
- Buenas – Contesta El
Empleado con simpatía improvisada – ¿En qué puedo ayudarlo, busca alguna pieza
en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé que sea conveniente para colocar un cuadro.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí – Y apoya un cuadro poco más grande
que una carpeta sobre el mostrador. Su marco deslucido no se condice con el
esplendor del óleo.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado. Y debe introducir este mandril antes de colocar el
tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo? – El Hombre saca su billetera y recoge su sombrero.
- No se moleste. No es nada.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada.
- Insisto – Y en un gesto
simpático El Empleado logra convence al Hombre, luego este se marcha con su
pequeño paquetito y el cuadro de brillantes óleos. El Empleado se queda en el mostrador mirando hacia la calle, su muñeca
sostiene el mentón mientras sus ojos se pierden en vista infinita.
En
ocasiones me fijo en detalles que no había notado. Ahora ciertamente escasean
los detalles desatendidos. Entonces, imagino la calle del otro lado de la
vidriera, el rostro de los paseantes, cosas como un parquímetro, un envoltorio
de chocolate arrastrado por una corriente de agua sucia hacia un resumidero,
las medias a cuadros de una señora mal
vestida y las trenzas con cintas de una niña rubia que observa el escaparate
junto a su madre. Sí, en ocasiones creo haber vivido esas experiencias, que
verdaderamente existe el chocolate, que es algo dulce y que yo he sentido la
sensación de dulzura. Que el agua es algo líquido y que yo he comprobado por
propia experiencia en donde radica la
diferencia entre los estados de la materia. Que hay más personas que yo y el
Hombre del cuadro, que mi memoria y lo que recuerdo del mundo allá afuera son
un acumulo de hechos que he vivido y no el simple producto de mi imaginación.
- Buenas tardes – Un Hombre entra al negocio sacándose el
sombrero.
- Buenas. ¿En qué puedo
ayudarlo, busca alguna pieza en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé bien que sea necesario para colocar un cuadro – El Hombre
deposita su sombrero en el mostrador con ánimo distendido.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro – Dice El Empleado.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí – La imagen del cuadro ha cambiado, representa otra escena.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado – El Empleado alza las piezas visiblemente y representa la
maniobra – Y debe introducir este
mandril antes de colocar el tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo?
- No se moleste. No es nada –
Con actitud cordial.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada – Una obligada desconfianza de cortesía.
- Insisto – Sin decir una
palabra más, el Hombre asiente con la cabeza y levanta su sombrero en gesto de
agradecimiento. Luego se marcha.
En realidad lo que siempre me
ha intrigado ha sido ese maldito cuadro. Y digo siempre en el sentido relativo
que tiene todo. Porque aquí “siempre” se refiere a la espera, a la llegada, al
desarrollo y a la
despedida, que son los momentos de los cuales consta mi
existencia. Entonces al pensar en un hecho anterior a “siempre” imagino algo que he llamado niñez, familia,
amigos y un sin fin de conceptos capaces de organizar una realidad bajo
parámetros totalmente diferentes a los que obran sobre mí. Lo que me consterna,
decía, es ese cuadro, el hecho de que cambie su imagen es un misterio al cual
no puedo atender basado en las reglas
ordinarias de la naturaleza, es una fluctuación antinatural de las cosas que he
dado en llamar “milagro”. Aparentemente respondería a un hecho no fortuito ajustado
a un designio superior, algo así como una inteligencia subyacente en el cosmos;
que ama a todas sus criaturas por igual, a ese ente le he dado el nombre de “Narrador”.
- Buenas tardes – Un Hombre gris.
- Buenas. ¿En qué puedo
ayudarlo, busca alguna pieza en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé bien que sea necesario para colocar un cuadro – Se acerca al mostrador.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí – Otra escena en el cuadro.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado. Y debe introducir este mandril antes de colocar el
tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo?
- No se moleste. No es nada.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada.
- Insisto – Luego de
marcharse el Hombre de sombrero, El Empleado se apoya en el mostrador con su
gesto perpetuo.
Cuando pienso en esos
conceptos de familia y niñez, gente distinta a mí, en fin, cosas más allá de
esta existencia, nace otra idea interesante, un tiempo continuo, un universo
donde el tiempo sea movimiento, qué extraordinario, tener conciencia del tiempo
porque las cosas ya no ocupan el mismo lugar sino que se han movido, un
instante se distingue de otro porque en el primero un objeto ocupa una
ubicación y en el instante siguiente otra. Sí, verdaderamente extraordinario.
Pero aquí no, todo vuelve a ocupar su posición una y otra vez, aquí el tiempo es fluidez de pensamiento, si no hubiera una constante
transformación de mis ideas nunca sabría
que el tiempo a transcurrido, ni entendería mi existencia de espera,
llegada, desarrollo y despedida.
- Buenas tardes.
- Buenas. ¿En qué puedo
ayudarlo, busca alguna pieza en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé bien que sea necesario para colocar un cuadro.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado. Y debe introducir este mandril antes de colocar el
tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo?
- No se moleste. No es nada.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada.
- Insisto – El Empleado
observa al Hombre marcharse.
Siempre
pensé que la vida debería ser otra cosa, después me acostumbré al Hombre de
traje gris y a su sombrero. Hace mucho dejé de sorprenderme del milagro del
cuadro y el tiempo se ha vuelto monótono de ideas repetidas y gastadas.
- Buenas tardes.
- Buenas. ¿En qué puedo
ayudarlo, busca alguna pieza en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé bien que sea necesario para colocar un cuadro.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado. Y debe introducir este mandril antes de colocar el
tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo?
- No se moleste. No es nada.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada.
- Insisto – El Hombre se va.
Por
eso yo creo en la vida después de la vida, o lo que es lo mismo, algo que he
dado en llamar “muerte”. Es un concepto algo difuso, aplicable a otra realidad
pero no pierdo las esperanzas de que el “Narrador” lo haya pensado como
alternativa. Aquí no tengo la certeza de la muerte, no hay ninguna referencia
que me diga que esto va acabar en algún momento.
- Buenas tardes.
- Buenas. ¿En qué puedo
ayudarlo, busca alguna pieza en particular?
- No, sólo necesito un clavo
o un tornillo, no sé bien que sea necesario para colocar un cuadro.
- Eso dependerá de qué esté
hecha su pared y del tamaño del cuadro.
- ¡Oh!, bien, el cuadro no es
muy grande, es este mismo que usted ve aquí.
- No parece ser muy pesado,
de cualquier forma le recomiendo usar tornillos, es el modo más prolijo. Este
es el largo adecuado. Y debe introducir este mandril antes de colocar el
tornillo.
- Muchas gracias. ¿Cuánto le
debo por todo?
- No se moleste. No es nada.
- Pero por favor, cómo no va
a ser nada.
- Insisto.
Bueno.
Deberé aceptar esta existencia. ¿Y si pensara una y otra vez lo mismo? ¿Caería
en una paradoja? Supongo que...
- Disculpe Caballero – Un
Hombre de sombrero con un cuadro en la mano.
- ¿Qué fue lo que dijo? – El
Empleado se queda estupefacto y cae fulminado. Ha muerto.
- ¡Lo mató! ¡El Narrador al
fin lo mató! ¡Él me ama más a mí! – El Hombre de gris se dirige hacia afuera
exultante de alegría dejando caer el sombrero y el cuadro – Sabía que había
más, más que entrar por esa puerta una, otra, otra y otra vez... – El Hombre de
gris baila por las calles, es un día radiante y espléndido, hay una niña con
cintas en sus cabellos y alguien poniéndole monedas a un parquímetro.
FIN
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