Recuerdo tener el suplemento cultural en mis manos. La
primera reflexión que leí fue acerca del miedo y su naturaleza, hablaba sobre
el desarrollo embrionario y de cómo ese desarrollo emulaba, en cierta medida,
los estadios evolutivos por los cuales han atravesado los vertebrados hasta
llegar a ser homínidos. Cabe decir que se trataba de una reflexión interesante
desde lo psico-social, pues inspiraba, en primera instancia, una metáfora sobre
las representaciones simbólicas del miedo, a razón de un ancestral temor a la
depredación que ha ido tomando distintas formas a lo largo del proceso de
socialización. Entonces, en el presente y según esta idea, las aprehensiones
han seguido caminos menos concretos y más culturales a medida que los riesgos
de ser devorados por “las bestias” han desaparecido.
Pensé en salir e ir a la casa de Irma. No tengo bien
presente cual fue la motivación inicial de aquel paseo... si, si la tengo, fue
el cuerpo de Irma. Diría que todas las justificaciones acaban inevitablemente
en su pubis. Sin pretender ser lascivo, afirmaría que todos quienes la conocen
tan íntimamente como yo concluirían la misma certeza.
Unos colmillos cónicos,
acerados en sus puntas, en doble hilera desde la raíz del maxilar. Pupilas
elípticas y agudas escudriñando la vera de un río.
- ¿Qué miras en la Tele?
- Algo aburrido... mmm, creo que un documental de
África.
- ¿Y desde cuándo ves esas cosas?
- Cuando empezaste a venir seguido.
- ¿Así que te estás volviendo inteligente por mí?
- No, más animal.
La observé durante unos segundos, tres o cuatro,
entonces le di una bofetada.
- A ver ese animal, sácalo... sácalo, a ver qué pasa.
- Eres un infeliz.
- ¿Y tú mi mascota?
Ella echó a
reír a carcajadas y después de la sorpresa yo también lo hice.
- ¡Bésame! – Me dijo. Entonces la tome por el cabello
forzándola a esperar contenida que cayera algún beso mío sobre su boca, pero no
la bese. Mordí su cuello y la arrastre
del brazo hasta la cama.
La segunda reflexión fue propia. Claro que tenía que
ver con la primera, con las bestias que ya no rondan y en su metamorfosis
incorpórea. Pero sobre todo en la presencia que aún mantienen. Me preguntaba
cómo aquello que se transforma en idea, pasa finalmente a formar parte de quien
la concibe. Por cada triunfo obtenido
sobre la naturaleza, debía cargar en consecuencia un nuevo monstruo enjaulado,
esperando encontrar la forma de manifestarse.
Cuando la tuve
sobre la cama la miré fijamente, aterido.
- ¿Qué ocurre
mi amor? – Me dijo levantándose la falda... su pubis. Sonreí. Me atravesó un
escalofrío medular y la abofeteé nuevamente.
-¡Imbécil! – Su labio sangraba. La solté y corrí hacia
la puerta, creo que me siguió porque después de un portazo escuche insultos y
otro portazo más.
Un cuerpo
cubierto de placas escamosas córneas y duras en forma de escudos, una cola
comprimida lateralmente y el hocico, corto y ancho. Luego un pequeño mono sediento a orillas de un río. En
el momento que se alzan decena de dientes desde el lecho turbio, el pequeño
mono huye.
Pienso en ir a casa de Irma. No tengo bien presente
que me motiva... ¡Maldita sea!... Espero que siga siendo su cuerpo.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario